sábado, junio 30, 2007

EL CANTAR MÁS BELLO

He empezado las vacaciones leyendo (¿cuántas veces ya?) el bíblico Cantar de los cantares, de Salomón. Mirando en los anaqueles de la librería Proteo hace unos días, mis ojos se toparon con una traducción realizada por Emilia Fernández Tejero. Tiene varios años ya, pero yo la desconocía. Siempre me había servido de la versión recogida en la clásica edición de la Biblia debida a Nácar y Colunga o, después, de la que realizó Fray Luis de León y que tan malas consecuencias tuvo para él. Esta de la que hablo es, según creo, la primera traslación del poema que lleva a cabo una mujer, al menos en lengua española.
No sé si el Cantar de los cantares es la más bella canción de amor escrita siempre; al menos a mí me lo parece. Supongo que no seré la única persona que se resiste a leerlo en su interpretación alegórica, cualquiera que esta sea. Me refiero a una de aquellas que mantienen que tal canción muestra las relaciones de Yavé con su pueblo, Israel, o de Cristo con la Iglesia, etc. Por contra, nunca he sido capaz de hacer una lectura diferente a la de su interpretación literal, es decir, que en él no he he visto más que la historia de una apasionada relación entre dos fervorosos amantes.
El arranque directo, valiente y sensual, de una mujer libre, que hay en el poema, Bésame con esos besos tuyos, / son mejores que el vino tus caricias, y que va subiendo de tono hasta llegar a lo que se podría considerar el clímax del poema, porque fuerte como la muerte es el amor, me produce ese entusiasmo que también me provoca la decimosegunda de las Veinte canciones de amor, de Neruda, Para mi corazón basta tu pecho, / para tu libertad bastan mis alas. / Desde mi boca llegará hasta el cielo / lo que estaba dormido sobre tu alma. Zalabardo, más clásico, dice que él lo compararía con aquel soneto de Quevedo que empieza Cerrar podrá mis ojos la postrera / sombra que llevare el blanco día, y que acaba declarándose, aun después de la muerte, polvo enamorado.
Pero no quería hablar de esto, sino de la relación entre el Cantar de Salomón con el fraile salmantino. Todos conocemos que Fray Luis estuvo sometido desde 1572 a un proceso por el tribunal de la Inquisición. Su delito: defender el texto hebreo del Antiguo Testamento frente a la versión latina, oficial, de la Vulgata. Haber realizado una traducción castellana del Cantar de los cantares, en contra de lo dispuesto en el concilio de Trento, no le ayudó mucho en aquel proceso, que supuso su encierro durante casi cinco largos años. Se cuenta que en uno de los interrogatorios, el dominico fray Vicente Hernández lo atacó diciendo que su traducción apenas si ofrecía diferencias con la poesía erótica de Ovidio; fray Luis se defendió diciendo que su acusador no entendería el texto bíblico en latín, ya que su traducción decía exactamente lo mismo que el texto original.
Si meditamos un poco acerca de lo que sucede día tras día en el ámbito en que cada uno nos movamos, me dice Zalabardo, nos será dado observar que quedan todavía muchos Vicente Hernández sueltos por ahí. Son aquellos que no ven más que por sus propios ojos, aunque un velo les vede presenciar lo que tienen delante , y que no oyen más que sus propias palabras. Son quienes solo se expresan en una especie de culta latiniparla tras la que ocultan sus torcidas intenciones y no pueden reprimir la rabia que les produce que pueda haber otras personas que, en castellano derecho, en el román paladino al que aspiraba Berceo, traten de deshacer lo que consideraban hábiles manejos. Le respondo que con ellos habrá también que lidiar.

jueves, junio 28, 2007

...ET ULTIMA DISPENSATUR

Hay un dicho latino, heredado de las antiguas universidades y de las escuelas de latín, que afirmaba que prima non datur et ultima dispensatur, es decir, que la primera no se da y la última tampoco, se dispensa; con ello se hacía referencia a que el primer día de clase, por ser la presentación, no se trabaja, y el último, por ser la despedida, tampoco. Me he acordado al plantearme el asunto sobre el que hablar hoy. Me decía Zalabardo que ya que hemos llegado al final del curso debería evitar uno de esos artículos fríos, profesorales y emplear el espacio en cuestiones más distendidas.
Pero me sucede que tengo aquí un apunte de hace unos días que no quiero que se me pierda y que bien podía valer para cerrar el curso y más si tenemos en cuenta que, en puridad, el último día es mañana, que es cuando celebramos el claustro final. Tú, con tal de hacer lo que te venga en gana, me dice Zalabardo, tienes excusa para todo. Al final, logro convencerlo y me deja que haga hoy un último apunte de naturaleza gramatical.
En un noticiario radiofónico, afirmaban el otro día que en solo dos meses, se contrataron a veinticuatro mil personas. Muy bien, el contenido es magnífico, porque todo lo que sea crear trabajo es bueno; pero la frase está mal construida si atendemos a la sintaxis. Intentaré ser claro sin extenderme. Digamos en principio que las construcciones españolas con se son bastante complejas. En la frase que reproduzco se nos presenta la confusión que puede haber entre la impersonalidad y la pasividad. Vamos despacio; las frases pasivas surgen cuando nos interesa destacar el objeto sobre el sujeto (el maestro castiga a los alumnos > los alumnos son castigados por el maestro). Las frases impersonales son las que carecen de sujeto, porque no puede haberlo (hace mucho frío; nevó ayer por la tarde). Pero resulta que a veces lo que hay es una indefinición del sujeto, bien porque lo desconocemos (llaman a la puerta) bien porque no nos interesa (se vende piso amueblado). Es claro que alguien llama y que alguien vende, aunque en ambos casos ignoramos, en principio, quién. Son las llamadas impersonales impropias. Es lo que se da en la frase de hoy. Vamos a verlo.
Podemos partir de una frase como La policía dispersó a los alborotadores, que no tiene ninguna complicación; si lo que deseamos es poner mayor énfasis en el objeto, utilizamos la pasiva Los alborotadores fueron dispersados por la policía, que dice exactamente lo mismo. Y como la pasiva surge, en parte, porque el agente del proceso del verbo no nos interesa tanto, la frase termina por ser Los alborotadores fueron dispersados. Paso siguiente: como nuestra lengua es reacia a la pasividad, pensemos que no nos queda rastro de la conjugación pasiva latina, tiende a convertir la frase nuevamente en activa, aunque, al carecer ya de agente, hay que echar mano de se: Se dispersaron los alborotadores. ¿Pero qué pasa ahí? Pues, simplemente, que ahora no sabemos si es construcción reflexiva (se dispersaron a sí mismos) o pasiva (fueron dispersados por alguien). Solución: el verbo se pone en singular y al sintagma nominal de función confusa se le antepone a, con lo que ya vemos a las claras que es objeto directo y la frase, impersonal: Se dispersó a los alborotadores.
Por eso, en la radio deberían haber dicho Se contrató a veinticuatro mil personas o Veinticuatro mil personas fueron contratadas. Aclaremos, por último, que este caso se da solo cuando ese sustantivo que puede interpretarse como sujeto paciente o como objeto directo significa persona, pero no cosa. Por eso no hay confusión en, por ejemplo, Los paraguas se venden bien, y sí la hay en Los acusados se defienden bien. En el primer caso, siempre los paraguas serán vendidos por alguien, mientras que, en el segundo, los acusados pueden defenderse a sí mismos o ser defendidos por alguien. Si a lo que queremos aludir es a lo segundo, deberíamos decir Se defiende bien a los acusados, frase impersonal refleja por indeterminación del sujeto.
Miro a Zalabardo, esperando su juicio. Solamente mueve la cabeza como dando a entender que la exposición de hoy no merece más que un aprobado de cagalástima. Lo entiendo y prometo que, ahora que se inicia el verano, intentaré que todos los apuntes sean menos soporíferos que este. Por el bien de todos.

miércoles, junio 27, 2007

...LAS VACACIONES DE UN MAESTRO

Hay un dicho popular que pretende expresar el culmen de lo que cualquier mortal consideraría una vida feliz: tener el sueldo de un ministro, el trabajo de un obispo y las vacaciones de un maestro. Se da alguna que otra variante en los componentes primero y segundo del dicho, pero el tercero permanece inalterado, al menos en las versiones que conozco.
Hubo un tiempo en que me sentía especialmente molesto cuando alguien me echaba en cara tal dicho. Pero hace ya bastante que decidí no sentirme aludido y permanecer impasible frente a quien crea que me voy a abochornar con tales palabras. Por lo general, quien intenta conseguirlo es un ignorante que solo sabe argumentar con tópicos. Ignoro si el sueldo de un ministro dará para tanto y si la vida de un obispo es regalada o no; la verdad es que no me importa demasiado. Como tampoco suelo quejarme cuando un mecánico me cobra no sé cuánto por, según algunos dicen, la simpleza de apretar un tornillo. Claro que, bien mirado, yo no sé apretarlo. Y si lo supiera, es de cajón que no acudiría a su taller y me ahorraría esos euros.
Con eso de más arriba quiero decir que cada uno es lo que es, sabe lo que sabe y vale para lo que vale. Y cada uno en su casa y Dios en la de todos. Por otra parte, ya hace que Zalabardo me enseñó lo que responder si alguno se pone impertinente y se mantiene en sus trece con la dichosa cantilena (mejor que cantinela) de las vacaciones: Mire usted, la universidad tiene las puertas abiertas para quien desee el título, la oposición para optar al puesto es de libre acceso y, superadas aquella y esta, no hay más que meterse unas cuantas horas para lidiar con unos adolescentes rebeldes, la rebeldía la da la edad, que están dispuestos a cualquier cosa menos a estudiar, y también eso es asunto de la edad; otras cuantas horas en casa preparando las clases, pues no es cosa de quedarse atrasado en este mundo tan cambiante y vertiginoso, corrigiendo tareas y preocupado por no cometer ninguna injusticia al valorar el trabajo de los chavales. Aparte de eso, solo hay que soportar la casi general incomprensión de los padres, el olvido en que nos tiene la sociedad y la indiferencia de la Administración educativa, nuestros jefes, para quienes parece que solo contamos cuando somos la causa de que un padre presente una queja en la Delegación. Sobre todo eso, ¿eh?, que los padres no se quejen
Me dice Zalabardo que se nota que ya olemos las vacaciones. Y es verdad. Ya las clases han terminado. estamos ahora ocupados con las evaluaciones, redactando memorias que nadie va a leer y celebrando los últimos claustros que cierran, de modo definitivo, el curso hasta septiembre. Entre tanto, observamos cómo quedan de contentos unos padres que ven que sus hijos promocionan de curso, sin reparar lo más mínimo en que esa promoción "por imperativo legal" está propiciada por una ley que impide que se pueda repetir más de una vez en el ciclo y que permite al alumno ser consciente de que, sin hacer el huevo, se pasa de curso. Así nos es dado contemplar cómo a tercero de secundaria, por citar un ejemplo cualquiera, acceden alumnos con veinte y más asignaturas pendientes de cursos anteriores. Y si no, ya nos inventaremos adaptaciones, diversificaciones, apoyos y lo que sea menester. La cosa es conceder los títulos de graduado y que las autoridades puedan presumir de que aquí no hay fracaso escolar. Todo ello sin que se nos altere lo más mínimo el sistema nervioso ni resulte afectado nuestro ánimo, porque lo nuestro, según es bien sabido es "una vocación".
Pues bien, con todo lo que he expuesto antes, yo no tengo vergüenza ninguna en aceptar que tengo las vacaciones que tengo. Y creo que las necesito y que me las he ganado, igual que todos los profesores.
Zalabardo me mira y se ríe. No dice nada, pero tengo la impresión de que, para sus adentros está pensando algo así como "sí, anda, coge ya las vacaciones y tiempla (o templa, que las dos formas valen) los nervios". Por lo pronto, los compañeros, esta noche, nos vamos a comer pescaíto.

martes, junio 12, 2007

PUNTO Y PELOTA

Lo curioso de las locuciones y giros afines es que, en una gran cantidad de casos, sabemos cuál es el sentido con que se utilizan, lo que queremos decir con ellas, aunque desconozcamos la razón de su origen o el significado de sus componentes. Eso hace que en algunos casos experimenten cambios en su composición que las vuelven incomprensibles a pesar de que sigan funcionando como si tal cosa. Ese fenómeno, que no es sino una forma de degradación, se da también, por ejemplo, en los romances y canciones de tradición oral, que experimentan grandes cambios entre su forma original y la que actualmente observamos.
Zalabardo me cuenta que él conoce a una persona que para expresar que se mantendrá callada sin interferir en lo que otro diga ni manifestar disconformidad con ello dice yo, punto y pelota, en lugar de punto en boca que es la expresión propia para significar que se mantendrá silencio. Y, del mismo modo, cuenta de una compañera de estudios, allá en Granada, que en lugar de menos mal solía decir buenos mal.
Pero no son esas alteraciones que cita Zalabardo de las que quiero hoy hablar, sino mejor de aquellas locuciones que decimos a menudo aunque de ellas ignoremos el significado de sus elementos integrantes. Por ejemplo, todos sabemos que echarse algo al coleto es bebérselo o comérselo, o leer un escrito de principio a fin. Pero, ¿se para alguien a pensar qué es eso del coleto? Coleto es una palabra de origen italiano que designa una prenda de vestir de otras épocas, concretamente es una especie de chaleco de piel, ajustado, con o sin mangas, que cubre el cuerpo, ciñéndolo hasta la cintura. Por eso echarse algo a él es asegurarlo, guardarlo para uno.
Segunda locución: echarse o guardar algo en la buchaca es guardarse algo para uno mismo, aunque en el momento no se sepa si nos será de utilidad. Buchaca es un término que procede del catalán, butxaca, y que designa una bolsa grande que peregrinos y mendigos llevan bajo el brazo para guardar en ella todo lo que les dan.
¿Qué pasa cuando algo se nos va al garete? Pues que ha fracasado o se ha malogrado. ¿Y dónde está el garete? En ningún sitio, porque el garete no es un lugar sino más bien una situación. El origen de la expresión hay que buscarlo en el francés y en el lenguaje marinero. En efecto, être égaré es estar o andar averiado, haber perdido el gobierno, y se dice de las embarcaciones que, por tal motivo, quedan a merced de los vientos o mareas sin que tal eventualidad pueda ser remediada. Por tal razón, el peligro de encallar o perderse es grande. De ahí a malograrse algo no hay más que un paso.
Y vamos con una última locución. Cuando caemos en el garlito es que hemos sido engañados; y si cogemos a alguien en el garlito es que lo hemos sorprendido, mediante una trampa, en una acción que pretendía realizar de modo oculto. Y eso es así porque el garlito no es más que una especie de nasa, una red de tiene dispuesta su parte más estrecha de modo que se puede entrar con facilidad pero de donde es casi imposible salir. Eso explica que adquiera ese sentido figurado de trampa o celada que se tiende a alguien.
Zalabardo y yo queremos avisar de que durante algún tiempo se va a suspender la aparición diaria de esta agenda. Es época de preparar exámenes, de corregirlos, de asistir a evaluaciones, de redactar memorias. Queda, por tanto, poco tiempo para dedicar a estas páginas. De todas formas, no tardaremos demasiado en recobrar la periodicidad habitual.

lunes, junio 11, 2007

COMPETENCIA Y ACTUACIÓN

Los creadores de la gramática generativa introdujeron dos conceptos de los que posteriormente nos hemos servido bastante cuantos nos dedicamos a estas cosas del lenguaje. A decir verdad, ellos no fueron los creadores de las palabras, que ya existían desde mucho antes, sino de lo que con ellas se quería decir en el campo que trabajaban. Esas palabras son competencia y actuación. Con la primera se hacía referencia a un sistema de reglas interiorizado por los hablantes y que constituye su saber lingüístico, gracias al cual son capaces de pronunciar o comprender un número infinito de oraciones inéditas; la actuación es, por su parte, la manifestación de la competencia de los hablantes en sus múltiples actos de habla. Cojo las definiciones del Diccionario de Lingüística de Jean Dubois.
Los conceptos vienen a equivaler, más o menos, a lo que Saussure había llamado lengua y habla, es decir, el sistema y su exteriorización por cada individuo. Para ser más claro, la competencia es el sistema comunicativo del que yo me sirvo, pongamos el español, o mejor, el conocimiento que yo tengo de él, y la actuación es lo que yo soy capaz de hacer con ese sistema, su utilización práctica por mi parte. Siendo así, es fácil entender que cuanto mayor conocimiento posea del sistema, de más posibilidades comunicativas dispondré.
Me avisa Zalabardo de que empiezo a subirme por las ramas y que debo ir al grano. De acuerdo. Digo todo lo anterior porque me ha venido a la cabeza un prurito muy extendido entre el común de la gente de comprobar constantemente si tal término está recogido en el diccionario, pensando que es ese el criterio para que se pueda utilizar o no. ¿Y qué más da?, me pregunto yo a la vez que me contesto que todo vale si se ajusta a la lógica y al funcionamiento del sistema. Lo que pasa es que, con alta frecuencia, no somos, o no queremos ser, conscientes de nuestra competencia léxica.
Zalabardo me pide que ponga ejemplos concretos antes de acusar a nadie de Dios sabe qué. Le hago caso y ahí va el primero. En la última página de El País del sábado, Manuel Rivas, escribía una columna con el título Paleopolítica que empezaba así: "La modernidad, la posmodernidad, la transmodernidad. ¿Y ahora? Se avecina la paleomodernidad. Un futuro cada vez más antiguo." Bonita forma de jugar con los prefijos, ¿no creéis? Pues bien, mientras que podemos comprobar la "legalidad" (ya que vienen en el diccionario) de las dos primeras palabras, resulta que transmodernidad, paleomodernidad y el propio título, paleopolítica, no están recogidas. ¿Qué hacemos entonces con ellas? ¿Las expulsamos del discurso? Por supuesto que no, ya que no solo son posibles, sino que expresan perfectamente lo que el autor de la columna pretende decir. Se ha servido a la perfección de su competencia léxica para producir términos no contemplados antes.
Segundo ejemplo. He acabado de leer este fin de semana Mercado de espejismos, de Felipe Benítez Reyes. Aparte de por otras razones, la novela me ha gustado por la desenvoltura de su autor en el empleo del léxico. Para no sobreabundar, haré unas referencias mínimas: de una persona que no para de hablar y cuyo discurso es vacío de contenido dice que es un blablablero. A los miembros de una secta que se consideran a sí mismos los auténticos herederos del mesías los califica de veromesiánicos. Y de otro personaje afirma que no para de mostrar su moribundez.
Ninguna de las palabras que presento están creadas de la nada. Todas nacen a partir de elementos que el sistema pone al alcance de quienes las utilizan. Basta pues que yo conozca ese sistema (en este caso, la existencia de los prefijos y sufijos trans-, paleo-, -bundez, etc.) para manejarme con los recursos que me ofrece. O sea, y vuelvo al principio, si poseo una adecuada competencia podré ser capaz de una más rica actuación. Que luego el uso de esas palabras triunfe o no, que acaben o no en una página del diccionario, es harina de otro costal; pero eso no debe importarnos.

viernes, junio 08, 2007

NIHIL OBSTAT

Esa es la expresión que la censura de la Iglesia católica utiliza para dar a entender que nada se opone, desde el punto de vista de la moral y doctrinal, a la publicación de una obra. Hubo una época en nuestro país en que toda publicación debía pasar ese fielato. Un libro que no alcanzase tal autorización no solo veía prohibida su salida a la luz sino que se veía abocada a formar parte de aquel negro infierno de los libros que se llamó Index Librorum Prohibitorum et Expurgatorum, o, en castellano, Índice de los libros prohibidos. Tal catálogo lo creó la Inquisición en 1559 y en él han llegado a estar inscritos autores de la talla de Anatole France o Emile Zola y libros prohibidos fueron, aunque parezca mentira, el Libro de su vida, de Santa Teresa de Jesús o la que sería considerada base de toda la novela moderna, Madame Bovary, de Gustave Flaubert.
Entre los romanos, el censor era un magistrado encargado de hacer los empadronamientos y de vigilar la moralidad pública. Todavía en 1611, Covarrubias decía que 'este oficio, tan necesario, falta en nuestras repúblicas.' Pero no tardaría la censura en convertirse en lo que sigue siendo hoy, un arma del poder, de cualquier poder, para controlar la libertad de expresión y el libre acceso a cualquier información que dicho poder considere 'perniciosa'. Zalabardo me recuerda que en nuestro instituto, en la biblioteca, funcionaba un libro que se llamaba Lecturas buenas y malas, no sé qué relación tendría con el Índice, cuya consulta era obligada antes de poder retirar cualquier libro. Yo mismo me vi imposibilitado de leer una novela de Baroja, no recuerdo cuál, que aparecía allí marcada como 'peligrosa'. Y el director espiritual del mismo centro nos prohibió representar un montaje teatral en el que se utilizaban poemas de los hermanos Machado y Carolina Colorado. Como todo el mundo sabe, los tres son altamente peligrosos.
A estas alturas, no creo que nadie ignore que nuestro Premio Nobel C. J. Cela ejerció de censor, aunque él siempre se esforzó por dejar bien sentado, ¿o le remordería la conciencia?, que por sus manos solamente pasaban boletines de órdenes religiosas y publicaciones de tipo semejante. Da igual. Reivindicación del conde don Julián, de Juan Goytisolo, salió en Méjico en 1970 porque no pasó la censura española. No sé siquiera si su autor lo intentó. Y antes, en 1961, se había publicado Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos, tras pasar por las horcas caudinas (ojo, que no claudinas) del lápiz rojo del censor. La edición íntegra no fue posible hasta veinte años más tarde. ¿Qué se le había quitado? Por ejemplo, un personaje no podía decir "Yo soy el que soy" por las connotaciones que la frase tiene. O donde decía "...lugares sagrados, templos de celebración..." debería decir "...lugares de celebración..."; y así todas. Un primor.
Pensaríamos que es imposible que en los tiempos modernos, en esta era de internet, la censura pudiese impedir la libre difusión de las ideas o el acceso a la información. Pues lo consigue. Amnistía Internacional denuncia que entre veinte y veinticinco países tienen serias restricciones en su acceso a internet. No es ya solo que los gobiernos desarrollen utilidades que sirven para controlar lo que un usuario pueda ver en su PC, lo sonrojante es que las grandes compañías, Microsoft, Google, Yahoo!, etc., colaboran con ellos proporcionando los datos de quienes infringen las leyes restrictivas al respecto.
Por eso, esta misma organización, AI, creó una vía de escape, una ventana contra la censura en internet. Se cumple ahora un año de Irrepressible.info, lugar donde tienen cabida todas aquellas páginas que la censura quiere silenciar.

jueves, junio 07, 2007

ESPAÑOLÍA

Una frase simple, inocente, del entrenador español de fútbol ha dado lugar a toda una serie de comentarios que, la verdad, no sé si son más síntoma de papanatismo o de ignorancia. En una entrevista antes del partido contra Liechtenstein, a Luis se le ocurrió decir que estaba convencido de la españolía de los jugadores; y como el traductor alemán pidiese aclaración para traducir tal término, el entrenador español le dijo: "Pues españolidad o españolismo. O sea, un sentimiento, un cariño." Si alguien es capaz de decirlo mejor que Luis, que lo diga. Pero unos, con matiz irónico, escriben que balbuceó antes de ser capaz de dar aquella contestación. Otros. concretamente los responsables de la transmisión deportiva de la cadena SER, empezaron su programa en tono de chufla dudando, primero, de que tal palabra existiese; y, segundo, dando por hecho que Luis chochea y ya no sabe ni lo que dice. Uno de ellos, antiguo jugador, Rincón, repetía entre risas: "Eso, eso, y yo era un españolío."
Empecemos simplemente analizando la palabra: españolía, según el DRAE, equivale a españolismo o españolería; y españolismo es el 'amor o apego a las cosas características o típicas de España.' O sea, un sentimiento, como Luis decía. Cualquier persona, incluso un japonés, por ser exóticos, podría en cualquier momento manifestar su españolía o españolismo. Luis se equivoca, aunque sea desliz de poca monta en su contexto, al decir que era equivalente a españolidad, que es la 'cualidad de español.' Es decir, que solo la nacionalidad nos permite manifestar nuestra españolidad. La palabra españolía, que es un sustantivo, no tiene nada de rara, pues sigue la misma forma que hidalguía, bizarría, ñoñería, mogigatería, etc. Con ello quiero decir que, en el caso hipotético de que no existiera, Luis la habría creado con todo el derecho del mundo. Ah, y su adjetivo correspondiente no es otro que español, para que se entere Hipólito Rincón.
Zalabardo me dice que todos estos problemas tienen su origen, según su opinión, en el hecho, también simple, de que los españoles somos muy particulares para estas cosas y sentimos una especie de vergüenza irreprimible a declarar cualquier actitud relaciona con la noción de patria. El fútbol es buena prueba: cualquier futbolista argentino, por ejemplo, muere por representar a su país y cualquier seguidor tendrá su "albiceleste". Los españoles somos más del Real Madrid, del Barça o del Alcoyano y llevaremos la camiseta de Raúl o de Ronaldinho.
Aparte del fenómeno del fútbol, sigue diciéndome Zalabardo que entre nosotros, los españoles, cuesta trabajo reconocer que somos españoles o de España. Nos suenan estos conceptos, el de español o el de España a largos años de dictadura, por lo que eso de declarar la españolía lo vemos natural en Salva Ballesta, vaya, otro futbolista, pero no en nosotros mismos. Por eso mismo sentimos reparo y cuando vemos que alguien enarbola la bandera de manera partidista no tenemos el valor de decir: "Oiga usted, que esa bandera es también mía y no quiero que se utilice para significar algo diferente a lo que simboliza." Cuando oigo a Zalabardo, he recordado que esta mañana, durante el desayuno, no sé si fue José Francisco o José Manuel quien decía con razón que el problema para componer una letra para el himno español es que tendría que recoger el nombre de cada una de las autonomías.
Le pregunto a Zalabardo cuál pudiera ser la solución a este conflicto. Ah, me responde, ¿Tú crees que eso lo sabe alguien?

miércoles, junio 06, 2007

ETA

Hay días que se hace más cuesta arriba empezar el apunte. Hoy es uno de ellos y aquí estamos Zalabardo y yo dándole vueltas al asunto de por dónde orientar esto. El propósito declarado de estas páginas es el de no adoptar posturas serias en exceso ni en exceso trascendentalistas, ¿pero qué hacer en un caso como este? Cuando iniciábamos el comentario precedente, RRR, me susurró Zalabardo al oído al verme escribir el título: Tres letras, como ETA. Y no miento si os digo que estuvimos en un tris de cambiar de tema y dedicar la página de la agenda a la anunciada ruptura de la tregua por parte de los terroristas. Pero fue el propio Zalabardo quien al final dijo: Sigamos con lo de hoy; mañana será otro día.
Hay que ver la de siglas compuestas por tres letras que remiten a alguna forma de terror: en una búsqueda no demasiado a fondo salen las siguientes, alguna por suerte ya desaparecida: KKK, AAA (Alianza Apostólica Anticomunista), ETA, GAL, IRA, FLP (Frente de Liberación Palestina), ERJ (Ejército Rojo Japonés), OAS (Organisation de l'Armée Secrète), MIR (Movimiento de la Izquierda Revolucionaria), AUC (Autodefensas Unidas de Colombia), FLB (Frente de Liberación de Bretaña), etc. Me dice Zalabardo que deje claro que un movimiento terrorista debe ser siempre rechazable, pese a que muchos de ellos hayan contado con algunas simpatías en sus inicios. Basta pensar, me sigue diciendo, las que acompañaron a ETA cuando apareció como tal, hace casi sesenta años y tras su primera asamblea de 1962, en Francia. Pero, añade, no es cuestión de echar nada en cara a nadie; simplemente de poner las cosas en su sitio.
He leído el comunicado con que intentan justificar lo injustificable. Se amparan en denunciar a Zapatero y al PNV de fascistas y dan su triple salto mortal cuando califican a todo el cuerpo político español de falta de democracia, tan solo porque las cosas no se han hecho como ellos querían. No cabe mayor cinismo. ¿A quiénes, de qué y con qué derecho pueden esos energúmenos calificar a nadie? Zalabardo me pasa una nota que ha ido escribiendo aquí a mi lado y que me voy a limitar a transcribir:
Integristas: quienes son partidarios de la intangibilidad de una doctrina que ellos consideran fuente de la tradición; o sea, como ETA.
Fundamentalistas: los que defienden un intransigente sometimiento a una determinada forma de pensamiento o doctrina; o sea, como ETA.
Fascistas: quienes defienden y proclaman un sistema político y social totalitario y autoritario; o sea, como ETA.
Totalitarios: Los partidarios de una férrea intervención en todos los órdenes de la vida, concentrando la totalidad del poder en manos de un grupo o partido sin permitir la actuación de otros grupos o partidos; o sea, como ETA.
Intransigentes: los que no consienten en nada que sea diferente a lo que ellos mismos defienden o proponen; o sea, como ETA.
Intolerantes: quienes no respetan las ideas, creencias o prácticas de los demás si difieren de las propias; o sea, como ETA.
Antidemócratas: quienes no aceptan la soberanía del pueblo, aunque sea mediante el depósito de su voto, si el sentido de este no va en sintonía con el de ellos; o sea, como ETA.

martes, junio 05, 2007

RRR

Cuando he escrito las tres letras del título de hoy me ha venido a la mente que con tres letras se forman también una multitud de abreviaturas que remiten a significados inquietantes, y puede que el primero de ellos sea ETA. Pero no quiero hablar hoy de eso, sino de otras cuestiones, si acaso también inquietantes, al menos por otros motivos. De ETA a lo mejor hablamos mañana, si es que me pongo de acuerdo con Zalabardo para hacerlo.
Hoy, día 5 de junio, es el Día Mundial del Medio Ambiente. Creo que ya alguna vez dije que la proliferación de días mundiales de lo que sea es tal, que puede que pierdan algo de la efectividad que cada uno de ellos pretende. Raro es el mes, y casi la semana, que no hay un día mundial de algo. Sin embargo, pese a ese empacho, no debemos de echarlos en saco roto ni considerar que unos son mejores que los demás. Este del que hablo es uno de los vehículos de los que las Naciones Unidas se valen para alimentar la sensibilización general sobre el medio ambiente y favorecer cualquier acción política sobre el tema.
Se me podrá decir, yo también me lo digo a veces y Zalabardo no deja de repetirlo, que bien podrían ser las naciones quienes se han de sensibilizar primero y darnos ejemplo a los ciudadanos de cuáles son esos comportamientos debidos. En no pocos de nosotros alienta la pesimista idea de qué es lo que podremos hacer si las grandes industrias, los países poderosos, no empiezan a actuar y, como se suele decir, a tirar del carro del intervencionismo para la mejora medioambiental del planeta. Y podríamos empezar por los mismos ayuntamientos. Un botón de muestra: a mí se me pide que no tire a la basura las pilas agotadas, pero resulta que ignoro si en Málaga, no ya en mi barrio, existe algún punto de recogida de estos desechos.
Me hace notar Zalabardo que voy bien, pero que, a estas alturas, aún no he aclarado el sentido de las tres letras con que he titulado hoy. Y tiene razón. Esas tres R recogen los tres principios fundamentales del proteccionismo mediambiental: reciclaje, reutilización y reducción. Son tres principios en los que todos podemos ser protagonistas sin preocuparnos del protagonismo de los demás, sean estos particulares o sean instituciones. Se trata de acciones a nuestro alcance que todos conocemos, que puede que, en un principio, nos resulten engorrosas, que es posible que aparentemente no aporten, a nuestro entender, demasiado, pero que a la larga terminan por ser efectivas. Ahorrar combustible, no dilapidar el agua, no tirar a la basura lo que se pueda reutilizar, reciclar (leo que reciclar una lata de aluminio, por ejemplo, ahorra el 90% de la energía necesaria para hacer una nueva), no consumir productos fuera de temporada, etc.
Ya en otra ocasión hablé de un librito de Miguel Delibes titulado Un mundo que agoniza, que no es sino su discurso de ingreso en la Academia de la Lengua, en 1975, hace ya más de treinta años. Todo él es interesante, pero en el capítulo titulado Un mundo sucio nos expone de qué manera el medio ambiente es la víctima propiciatoria del progreso humano. Y la paradoja está, dice, en que la influencia ha sido mayor cuando menos se ha intentado influir en él; pone como ejemplo que las tentativas por cambiar el clima para provocar lluvia artificial, o diluir la niebla o licuar el granizo los resultados han sido nulos. En cambio, "la influencia del hombre sobre el medio se ha producido, para mal, por vía indirecta, cuando ha pretendido forzar la producción de la tierra o multiplicar sus industrias o su velocidad en un nuevo intento por aumentar su confort y su nivel de vida [...]: los gases de combustión expelidos por fábricas, calefacciones, automóviles, quemadores de basuras, etc. [...] Esta contaminación, además de su nocividad sobre las vidas animal y vegetal, provoca trastornos en la salud humana, hecho especialmente patente en determinadas circunstancias meteorológicas."
Algún día, lo queramos o no, tendremos que tomar medidas en serio. Lo que es seguro es que así no se puede seguir.

lunes, junio 04, 2007

ALMA MATER

Llevamos un tiempo en España revueltos con nuestra Universidad. Que un excesivo número de titulaciones, que si algunas apenas responden a la demanda de los universitarios, que si tenemos que adecuar las que hay a las del resto de la Unión Europea, que si lo que se nos va en cantidad se pierde en calidad y cosas por el estilo. En medio de ese batiburrillo, las quejas por la situación de la investigación en nuestro país y la poca atención y protección que se le ofrece. Hace unos días, la prensa recogía las quejas de varios investigadores españoles, lo que ya no es noticia, quienes sacaban a la luz algunas de las dificultades con las que han de lidiar en su quehacer. Uno de ellos se quejaba de que un investigador considerado entre los de mayor prestigio de su rama en el mundo tuviera que andar preocupándose por las cuestiones burocráticas y de administración, ya que de no hacerlo podría perder los fondos necesarios para sus estudios.
A otro de ellos, el paleontólogo Juan Luis Arsuaga, le han llovido críticas por una frase que, a mi corto entender, ha sido mal interpretada. Decía él que le gustaría entrar en un centro de investigación "y oír hablar en inglés, porque hay estudiosos extranjeros. Pero siempre se oye castellano." Frente a los que han pretendido entender un desprecio del castellano, yo quiero creer más bien que ha echado en falta que a nuestros centros no acudan investigadores extranjeros, lo que sería una señal de prestigio.
Me recuerda Zalabardo que las quejas por el estado de la Universidad española no son asunto del momento, sino que forman una larga estela a través del tiempo y que parece no tener solución. José Mª Blanco White (1775-1841), autor prerromántico nacido en Sevilla, que tuvo que exiliarse de España por sus ideas liberales y que se instaló en Inglaterra, pudiera ser una buena muestra de ello. Fue autor, entre otras cosas, de una obra magnífica, Cartas de España, que se editó inicialmente en inglés en 1882 y que no tuvo traducción a nuestra lengua ¡hasta 1972! Razón: se consideró antiespañolismo y anticatolicismo lo que no era más que una apasionada defensa de la tolerancia.
La obra, pese al tiempo, no ha perdido actualidad y está repleta de páginas sumamente interesantes sobre costumbres de la época y sobre cuestiones históricas y sociales. Me solicita Zalabardo que aluda especialmente a la carta tercera, dedicada en gran medida a analizar, partiendo de su personal experiencia, la formación intelectual y moral de los clérigos de aquel momento y, en general, de los universitarios. Escribe, por ejemplo: "Hasta 1770 las universidades españolas habían continuado en una situación digna del siglo XIII. En ese mismo año, el marqués de Roda, ministro favorito de Carlos III, les dio un nuevo plan de estudios que, aunque muy por debajo del nivel científico de los demás países de Europa, parecía reconocer al fin los progresos que el espíritu humano había hecho a partir del Renacimiento. Este plan prohíbe el estudio de la filosofía aristotélica e intenta introducir el sistema inductivo de Bacon [...] pero pocas son las universidades españolas que han alterado el viejo estatuto que obliga a los candidatos a sacar sus tesis de la lógica y física de Aristóteles y a pronunciar un discurso sobre un capítulo de cada una de ellas, dejando así sus lecciones en completo desacuerdo con los exámenes finales." ¿Tanta diferencia hay entre los sistemas pretéritos de valoración de los alumnos y los presentes?
Y sigue hablando de cómo para el ingreso en los colegios mayores, de los que dependían las universidades, se investigaba muy a fondo la limpieza de sangre del aspirante ("ni sea descendiente de judíos, moros, africanos, indios o guanches.") o cómo para ingresar en la Facultad de Artes no se necesitaban estudios medios y bastaba con demostrar que se sabía algo de latín y de aritmética. A decir verdad, para entrar en la Universidad de nuestros días tampoco se exige demasiado. Así nos va.

viernes, junio 01, 2007

LOS BISABUELOS DE DON QUIJOTE

En el primer capítulo del Quijote nos cuenta Cervantes que lo primero que el pobre hidalgo hizo, una vez perdido el juicio y decidido a emular a los caballeros andantes, fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que estaban llenas de orín y que llevaban colgadas y olvidadas luengos siglos. Si habían sido de sus bisabuelos no llevarían allí luengos siglos, aunque no es de extrañar que sí tuviesen al menos uno de antigüedad. En cualquier caso, al lector moderno de las aventuras de don Quijote se le escapa el detalle de que lo que más atraía la atención de quienes se topaban con el manchego era lo estrafalario y anticuado de su aspecto. Es decir, ya nadie se ponía lo que él llevaba.
Estos días se habla mucho del derrotado candidato socialista a la alcaldía de Madrid Miguel Sebastián, aparte de por su fracaso en las elecciones municipales, por el pequeño detalle de haber usado, en unas declaraciones, la forma 'acetamos', así sin la p. Son muchas las radios que tienen espacios para comentar y criticar los lapsus linguae o los lapsus calami de los famosos, y he de reconocer que esta agenda no es ajena a tal uso, y el 'acetamos' de Sebastián les ha dado bastante juego; hasta que un oyente se ha dirigido a una de esas emisoras para decir que el verbo 'acetar' está recogido por el diccionario. Y esta mañana escuché en esa emisora que uno de los comentaristas decía: "Ojo, que Miguel Sebastián dijo acetamos, pero eso se puede decir porque viene en el diccionario de la Academia."
Siento tener que disentir por la razón, primera, principal y casi única de que el contenido del DRAE no es dogma de fe. Y lo aclaro antes de que nadie se escandalice. Ya en otra ocasión dejé expuesto que el diccionario siempre va por detrás, bastante por detrás aunque cada vez menos, de la lengua real. Eso significa, lisa y llanamente, que del mismo modo que se usan palabras que aún no aparecen en el diccionario, este recoge palabras que están ya en completo desuso. Si lo leyésemos desde sus primeras páginas, ya en las advertencias de uso nos indica que las acepciones arcaicas (marcadas con la abreviatura "ant.") tuvieron su última documentación antes de 1500; las consideradas desusadas (abreviatura "desus.") están documentadas con posterioridad a 1500 pero no a 1900; y las consideradas poco usadas ("p.us.") han sido documentadas después de 1900, pero raramente se utilizan en la actualidad. Y el diccionario recoge casi cuatro mil palabras consideradas antiguas y otras tantas calificadas como desusadas.
Acetar es una de ellas y defender que se puede utilizar porque viene en el diccionario es como defender que se puede decir erutar por eructar, conceto por concepto, vitoria por victoria (por citar algunas fáciles) o acorrerse por refugiarse, afogar por ahogar, ancianía por ancianidad, coxquear por cojear o nome por nombre. Y aviso que todas ellas aparecen en el DRAE con la marca "desus.". No digo nada de las que llevan la marca "ant." Sería como si considerásemos adecuado el atavío de don Quijote.
Distinto sería si discutiésemos la conveniencia de la presencia o no de un grupo consonántico culto (conceto, erutar, vitoria, acetar, etc.), pero sobre esa cuestión ya escribí el 7 de enero de este año; o podríamos discutir sobre la crítica que muchas veces se hace sobre la base de unos conocimientos insuficientes, aunque de esa tendencia a ser un erudito a la violeta también hablé el día 12 de octubre de 2006. A ambos apuntes me remito.
Me dice Zalabardo con guasa si ha sido premeditado el hecho de haberlo dejado hoy a un lado, en represalia por su protagonismo de los días anteriores. Él sabe bien que no es así.