sábado, abril 29, 2017

HISTORIAS DE PALABRAS: TRES Y AFINES



Tres eran tres, las hijas de Elena.
Tres eran tres y ninguna era buena.
Julia, Paloma y Elena.
Tres eran tres, las hijas de Elena.
Tres eran tres,  y ninguna era buena.
Rubia, castaña y morena.
(Canción popular)

La Trinidad, El Greco (M. del Prado)
            La familia de lenguas indoeuropeas es muy amplia. Su estudio, como sucede con cualquier estudio lingüístico, nos brinda resultados curiosos. Por ejemplo, que palabras aparentemente muy distintas se remontan todas a la misma raíz. Por eso, cuando, por lo general de forma casual, hallamos ejemplos de estas convergencias y reconstruimos la filiación que las une, quedamos sorprendidos de que esas palabras sean —¡quién lo diría!— primas en grado más o menos cercano. Es esta una cuestión que aborda, entre otros estudiosos, Louis-Jean Calvet en su claro y ameno libro Historias de palabras.
            Le pregunto, al respecto, a Zalabardo, si él había imaginado alguna vez que haya un tronco común entre tres, tribu, testigo, testamento, trivial y trabajo, por ejemplo. No quiero darle oportunidad de reponerse de la sorpresa, porque me soltaría algún improperio, y decido comenzar la explicación.
            Si consulto en el Diccionario etimológico indoeuropeo de la lengua española la existencia de la raíz trei-, me entero que de ella proceden el sánscrito tráyah, el latín tres y el gótico threis. Y así comprendo las semejanzas entre tres (esp.), trois (fr.), três (port.), tre (ital.), three (ing.), drei (al.), drie (hol.) o tair (gal.), que en lenguas de raíz no indoeuropea son kimsa (quechua), ekolu (hawaiano), sān (mandarín) o hiru (vasco).

Trimurti hindú. Foto de Redtigeryz (Flickr)
            Le digo a Zalabardo que estoy tentado de adentrarme por el camino simbólico/mágico/religioso del tres (la trinidad cristiana, la trimurti hindú, las tres Parcas, las tres Gracias, las potencias de las imágenes de Cristo, las tres diosas sometidas al juicio de Paris, los tres Reyes Magos, etc.), pero me contengo y permanezco con los pies en la tierra y analizando la curiosa familia léxica de tres. Algunos términos no presentan sorpresa alguna: trébol (‘tres hojas’), trébedes y trípode (‘tres pies’), triángulo (‘tres ángulos’), triclinio (‘tres lechos’), tricotomía (‘tres secciones’), tricornio (‘tres cuernos o picos’) y podríamos buscar más; En cambio, lo que ya nadie espera es encontrarse ante uno que, aunque en su inicio parece simple, nos extraña por su significado: si trivial, etimológicamente, significa ‘tres caminos’ o, en general, ‘cruce de caminos’, ¿cómo ha llegado a significar ‘vulgar, común y conocido por todos’? Por una razón también muy sencilla, aunque quizá inesperada: porque en los cruces de caminos solían apostarse las prostitutas.

Las Parcas, Fco. de Goya (M. del Prado)
            Un derivado también conocido es tercio, ‘tercero’ o ‘tercera parte’; pero ya es más llamativo que de él provenga terciar, ‘mediar o poner acuerdo y reconciliar a dos personas’. Y del tertius latino nace el también latino testis, que nos dio testigo, es decir, la ‘tercera persona que media en un conflicto’. Continuando esa senda nos encontramos con testar y testamento, ‘que se hace ante una tercera persona’, es decir, el testigo antes dicho, y desembocamos en atestar, testificar, contestar, testimonio, contestar y protestar, que giran todos en torno al significado ‘declarar’. Aquí es donde dejo boquiabierto a Zalabardo, pues le aclaro que a la misma familia pertenece el diminutivo testículo, literalmente ‘testigo pequeño’, que pasa a significar ‘lo que da testimonio de la virilidad’.
            Antes de continuar, convendría aclarar que a los protestantes no se les llamó así porque ‘se quejasen del catolicismo’, sino porque ‘daban testimonio de su fe’. Y ahí tenemos todavía, para mayor abundancia, a los Testigos de Jehová. En ambos casos, protestante y testigo se utilizan en su más original significado, ‘el que da testimonio’.
            Pero aún hay más. La palabra latina tribus, ‘la tercera parte de un pueblo’, sirvió también para designar ‘cada una de las partes de un pueblo’ e, incluso, ‘horda o conjunto de gente, o sea, nuestra tribu. Y a ella siguieron tribuno, ‘el jefe de un grupo’, tribunal, tributo, ‘impuesto aplicado a una tribu’ o contribuir

Tripalium
            Zalabardo protesta (es decir, se queja) y me pide que no lo maree más amontonando palabras; que todo eso está muy bien, pero, pregunta extrañado: ¿qué pinta trabajo en esta historia? En latín, trabajar era laborare, de donde salen laborar, labor, elaboración, laboral, etc. Pero ya nos cuenta Corominas que el latín también tenía un verbo, tripaliare, que significaba ‘sufrir, esforzarse’, procedente de tripalium, instrumento de castigo, formado por tres palos, que da origen al término trabajo, es decir, ‘lo que cuesta esfuerzo y hace sufrir’. Ahí tenemos el origen de trabajar y trabajo. ¿Hemos pensado por qué tituló Cervantes una de sus novelas Los trabajos de Persiles y Segismunda? Por los sufrimientos que padecen de los protagonistas. Lo que sucedió no es más que, con el tiempo, trabajar le comió el terreno a laborar y se ha impuesto. ¿No es acaso el trabajo un sufrimiento?

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