domingo, abril 22, 2018

¿ES NECESARIO CELEBRAR EL DÍA DEL LIBRO?


Leer nos permite adquirir conciencia del mundo y de nosotros mismos. Leer nos devuelve al estado de la palabra y, por lo tanto, porque somos seres de palabra, a lo que somos esencialmente.
(Alberto Manguel)


           Mucha gente se hará esta pregunta y Zalabardo también me la repite con frecuencia. Mi respuesta siempre es la misma: mientras tengamos que soportar la censura será necesaria la defensa del libro. ¿Pero hay censura?, preguntan algunos cándidos. ¿Acaso no se nota? Mientras nos enfrentemos al nuevo puritanismo que solicita la condena de Lolita, de Nabokov; mientras la Conferencia Episcopal Española impida la publicación y difusión de Jesucristo. Una visión histórica, del teólogo J. A. Pagola; mientras, pese a que la Inquisición desapareciera (en realidad solo cambió de nombre) y aunque no se reedite el Índice de libros prohibidos se diga que su contenido sigue vigente (no olvidemos que allí aparecen el Lazarillo de Tormes o Madame Bovary); mientras una influyente institución religiosa, el Opus, tenga su propia lista de libros prohibidos, entre los que aparecen autores como Alberti, Isabel Allende, Baroja, Flaubert, Joyce; mientras las editoriales vean el libro como negocio y no como manifestación cultural…, será necesaria la defensa del libro.
            Mañana, 23 de abril, Día del Libro, a esta hora —escribo esto un poco después de las 20:00 del domingo— estaré en mi pueblo, Osuna, haciendo un elogio del libro y de la lectura. Porque no quiero que un día pudiésemos encontrarnos en una sociedad como la retratada por Ray Bradbury en Fahrenheit 451. En el apunte de hoy, prefiero dejar algún fragmento de esta inquietante novela de 1953:
            “—¿Le gustaría algún día, Montag, leer La República, de Platón?
            —¡Claro!
            —Yo soy La República de Platón. ¿Desea leer a Marco Aurelio? Mr. Simmons es Marco.
            —¿Cómo está usted? —dijo Mr. Simmons.
            —Hola —contestó Montag.
            […]
            —También nosotros quemamos libros. Los leemos y los quemamos, por miedo a que los encuentren. Registrarlos en microfilm no hubiese resultado. Siempre estamos viajando, y no queremos enterrar la película y regresar  después a por ella. Siempre existe el riesgo de ser descubiertos. Mejor es guardarlo todo en la cabeza, donde nadie pueda verlo ni sospechar su existencia. Todos somos fragmentos de Historia, de Literatura y de Ley Internacional, Byron, Tom Paine, Maquiavelo o Cristo, todo está aquí.”

            En el mundo imaginado por Bradbury, los bomberos no apagan incendios, sino que los provocan para quemar libros porque “quién sabe cuál podría ser el objetivo de un hombre que leyese mucho.”


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